Poema Al Padre Gabriela Mistral
En este artículo, exploraremos el hermoso poema "Al padre" de Gabriela Mistral, una de las grandes poetisas de América Latina. A través de su delicada pluma, Mistral rinde un emotivo homenaje a la figura paterna, expresando con palabras llenas de amor y gratitud el vínculo tan especial que existe entre un padre y su hijo. Déjate cautivar por las profundas emociones que brotan de este magnífico poema. ¡Descubre cómo Mistral logra transmitir la esencia pura del amor paternal en cada verso!
El legado poético de Gabriela Mistral en su poema al padre 👨👧👦: Una oda a la figura paternal 💖
Padre de mis horas tristes y serenas,
querido ser, que nunca acabas de irte,
mi doloroso amor siempre alerta
y mi más firme amor siempre contigo.
Fuiste la gran rama que no parte
del árbol de mi vid que se desarraiga,
al vallejos de lágrimas me hiciste,
me diste el pan de amargos cuchillos.
Ya olvidé el sonar que me encanecía,
ya olvidé tu voz honda y poderosa;
no pienses que te canto a ti,
no has sido nunca un hombre entre mis muertos.
Canto la gran raíz que nos penetra,
la gran raíz del árbol siempre propio;
la canoa larguísima
que siempre vuelve al sitio de su origen.
Tú te llegaste a mí y te encontré en la sangre,
y absorbí tus ojos y tu historia;
tú te llegaste a mí y te encontré en la angustia,
y te di mis cabellos y mis años.
Ahora, con amor sin fin adoro
tu vuelta al polvo y a la sombra fría,
y sacio con amante sed de madre
tu curva soledad que me ha cerrado.
En tu figura envuelto, sueño, lloro;
con tus mejillas duras me he besado;
y te reconocí en los otros viejos,
toditos menos tú, viejo del alma.
Y vieja carne sin sentir, contenida
por sólidos hilos de pan, te empeñas
en reinar dilatado y paterno,
y abres tus brazos duros de pino.
Pero por qué, oh corazón madero,
sólo de este recuerdo estás nutrido?
Como olvidaste que estos mismos brazos
tendieron para ti dolorosísimas ramas.
Tu soledad es sólo tu armonía,
tu mejorión en dura corteza:
me ofreces el lamento de las ramas,
me ofreces el rechazo y la batalla.
En vano me ofreces tu apagado sueño,
en vano me ofreces los despojos
de tu piel muerta, alzada en tus hermanos,
porque sólo he de amarte, padre viejo.
Ya olvidé tu color, hijo de nadie;
ya olvidé tu amargura de abismo,
mas en mi noche incierta, yo te toco
y por ti tiemblan todos mis abrazos.
Brazos de viña en torno a tus rodillas,
crepusculares ríos de espesura,
yo quiero tu calor hasta el humo,
tu gran amor de crucifijo duro.
Si no me das tus crepúsculos cerrados,
si no despierto con tus ojos grises,
no le sirvo al amor, y me convierto
pronto, pronto, en árbol del olvido.
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