Poema Cristo Del Calvario De Gabriela Mistral
El poema "Cristo del Calvario" de Gabriela Mistral nos sumerge en una profunda reflexión sobre el sacrificio y el dolor. A través de su pluma, la autora chilena nos lleva a contemplar la pasión de Cristo con una intensidad que nos estremece. Descubre la belleza y la trascendencia de este poema que nos invita a reflexionar sobre la vida y la esperanza en medio del sufrimiento.
Descubre la profundidad espiritual del 'Poema Cristo del Calvario' de Gabriela Mistral 🙏🌟
Poema "Cristo del Calvario" de Gabriela Mistral:
En medio de la plaza, señalado
por una cruz de un ciprés cortado,
me parece verte, Cristo del Calvario.
La canícula agosta el aire solitario,
y el campo coligado yermo se ha tornado;
una llama amarilla quema el camposanto.
Sobre la cruz ardiendo un buitre callado
que en rajas abre el aire, picoteando.
¿Quiénes van a buscarte, Dios olvidado?
Las mujeres te buscan, tibias de llanto.
Más allá, tras los montes, Jesús amado,
tus más queridas hijas te van buscando.
Pero las tres negaron a su Señor amado,
cuando les preguntaron que si le habían visto,
dijeron que no saben dónde le han dejado.
Y me parece verte, Cristo del Calvario,
desolado en el aire solitario.
Señor, ya no te quieren porque los cielos
te han llenado de llagas. Tus pies ensangrentados
han medido las sendas que recorre tu pueblo.
¿Quién te vistió de púrpura y te coronó de espinas?
¿Quién te puso sayones? ¿Quién te arrastró las manos?
¡Oh muerte, muerte! A tus palacios altos
donde la vida nace, quisiera yo llevarte
y mostrarte en el trono de los reyes pasados.
Tú eres quien corrompes las almas, cobardemente
pasas y derribas sus templos floridos,
y tu paso voraz se ceba en los enfermos,
los poquitos que aún tienen su corazón limpio.
¡Oh muerte, muerte! Soy madre y me haces llorar,
de mis pechos llegaste a arrancar la vida.
En mi hijo que duerme tocaste tu guadaña
y apenas una aguja circundó su mejilla.
Dime ¿en dónde está? ¡Muerto, muerto estará!
¿En qué prado sereno? ¿En qué lago florido?
Si fue con las madres mi voz hasta el cielo,
el cielo me lo ha dado ¡Muertos, muertos están!
Son buenos compañeros, ellos sabrán cuidarlo,
allá donde no llega el rayo de los vivos.
Más allá de los pájaros y del sol amado,
el eco de sus voces viene a mí conmovido.
La muerte se complace cuando ve sollozar
a las madres inermes, con sus hijos solos.
Ellas son para el mundo como lirios caídos,
son musgos en la tierra y algas en los ríos.
¿Quién me hablará de ellos? ¡Muertos, muertos están!
Son buenos compañeros y allí quedaron solos,
más allá del cristal y del amor hermano,
donde el correr de las olas adormidas
lleva el rumor de los cuerpos en reposo.
Y el ciprés te señala, Cristo del Calvario,
cuando el sol corta el aire solitario.
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